lunes, junio 13, 2005

Perfecto, perfectísimo...

No és fácil, no és nada fácil y nadie dijo que lo fuera, a veces la impaciencia tira de mi como la tensa cuerda de un violín, demasiado apretada.

Mis hombros se tensan y mi cuello se resiente. Dicen que no existe la perfección y así me lo demuestra el lazo magnético que me tiene atrapada a ella, ahogándome hasta darme por vencida. Antes, habré mirado mil colores, habré perdido las notas guardadas que aquí sí irian bien, habré llorado de impotencia ante las herramientas, habré paseado por mil códigos que no me dicen nada mientras mi cabeza repite ' deprisa, deprisa, simplifica, deprisa...simplifica'. Me siento dentro del cuento 'Alicia en el pais de las maravillas' y el reloj me insiste! Pasear pasillo arriba y abajo, con un té, con dos... pausas, para respirar profundamente, mientras pedacitos de mi autoestima se deshacen con ellas.

El sonido de la cuerda es cada vez más insostenible, de un momento a otro se partirá, las notas no fluyen bien. Se parte.

Desesperación y tiempo perdido. La perfección no existe por más que lo intento. Ella gana un día más, ante su triunfo mi rabia contenida, mi cansancio hoy... porque mañana seguiré, sí, seguiré como cada día, de nuevo, con una nueva cuerda y esta vez la tensión será la justa, así me lo propongo.

Los insistentes, los insistentes suspiros de urgencia, forzando, contemplando directamente (John Ashbery)

2 comentarios:

lostfrontier.org dijo...

¿Qué es la perfección?

Un violinista estaba obsesionado con la perfección. Deseaba por encima de todas las cosas que la ejecución fuera impecable, sin ningún fallo. Pero había algo que no le estaba gustando y que empezaba a desconcentrarle: una cuerda estaba a punto de partirse. Sería una catástrofe. Si eso sucedía, el concierto se arruinaría, su empeño y tesón en no cometer errores se irían al garete sin remisión. Podía notar una gota de sudor que quería lanzarse pendiente abajo desde su sien izquierda. Y esta parte que empezaba ahora era especialmente exigente, muy enérgica. No te rompas ahora, no, ahora no... Tal era la preocupación que empezó a olvidarse de lo que estaba interpretando, empezó a cometer errores, pequeños al principio, ligeros desfases de tempo, pero mayores cada vez, hasta llegar a desafinar. No, por el amor de Dios, no te rompas, maldita seas... ¡Ping! La cuerda se rompió.

Había otro violinista que no tocaba en grandes salas de conciertos. Él prefería los pequeños auditorios, su música era "menos culta". Y estaba tan absorto, disfrutaba tanto con la melodía que estaba interpretando que no se había dado cuenta de que la cuerda estaba tan tensa que iba romperse de un momento a otro. Él tocaba, cerraba los ojos, gesticulaba, sonreía, y mientras, la cuerda empezaba a deshilacharse, a punto de romperse. Pero él seguía el compás con los pies, bailaba literalmente con la música y el público estaba eufórico ante tanta entrega y dedicación. ¡Ping! La cuerda se rompió. Y el auditorio rompió en aplausos y silbidos, mientras el violinista seguía bailando, estupefacto por encontrarse sin cuerda, pero sacando una música maravillosa de ese instrumento.

Philo, no te preocupes por la cuerda... TOCA.

Anónimo dijo...

Que bonita comparación, Lostfrontier... Yo solía emplear esta técnica para explicar a mis alumnos
:)
Besos para tí, Ichin, ¡desde el planeta oliva!