martes, enero 08, 2008

Let me fall

La belleza de un cuerpo contorsionado, el equilibrio de varias formas ejecutadas con una coordinación extraordinaria, el vaivén entre risas y asombro, incredulidad y deleite para la visión de espectadores apoderados de las danzas.

La perfección llevada a sus límites horizontal y verticalmente al compás de un ritmo trepidante unas veces, lento otras, para que el vuelo nos simulara que nunca acaba la escena que admiramos.

El color, el decorado, las ropas, las caras pintadas con extremo cuidado cual geisha el día de su iniciación.

Todo en perfecta armonía. Fuego, tierra , aire, agua.

Un espectáculo en el que cada uno de sus participantes llevan a sus espaldas horas y horas de ensayo, práctica, sufrimiento y alegría a la vez. Cada ocasión que me brinda poder ver uno de los espectáculos de Cirque du Soleil me fascina todo lo nombrado con anterioridad.

Un esfuerzo enorme para presentarnos la belleza que nos ofrecen en sus espectáculos.
Admirable.
Un espectáculo audiovisual de lo mejor que podemos ver hoy en día en el mundo del circo.

Nacido de la idea de Guy Laliberté en 1984, en Québec (Canadá), Cirque du Soleil se erige como el mayor espectáculo audiovisual del momento. Un sueño hecho realidad.


Por doquier en el circo vemos fragmentos de la celebración

de la religión más antigua del mundo; los sacramentos al cuerpo

que es capaz de comportarse como un espíritu...

El vuelo era la preocupación de nuestros antepasados chamanes mucho antes de Kitty Hawk.

El impulso de ver el cuerpo espiritualizado, de volar,

de quebrar la tiranía de las leyes de Newton...

anida en nuestros huesos.

Stephan Larsen, The Mythic Imagination.

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